martes, 9 de junio de 2020

Perdona, limpia y sana.

Hace un tiempo una amiga me dijo “no es fácil perdonar”.  Su comentario me hizo recordar una aleccionadora historia de una mujer y el asesino de su esposo. La escena fue grabada en Ruanda con Morgan Freeman de interlocutor y éste preguntó “¿Cómo puede estar sentada al lado del asesino de su esposo?” y ella respondió “Simplemente entendí que tenía que perdonarlo”.  

En ocasiones sentimos que una mentira, engaño o falsa promesa es suficiente para mantener el odio hacia la persona que en ese momento hizo algo que quedó grabado en nuestro corazón. Por lo que me surgió una pregunta ¿Nos tatuamos el dolor en el corazón o solamente adherimos ese dolor con pegamento?

El tatuaje se impregna en nuestras fibras, por lo que es más complicado de borrar.  Aun cuando creo que con dedicación se puede eliminar, pero si ese momento doloroso está adherido sólo con goma, el camino al perdón el mucho más fácil. 

No son las acciones, es cómo las recordamos.

El dolor es parte importante del crecimiento humano, es inherente a él. Es lo que hace imposible crecer con la misma ropa o zapatos de la infancia, ya que cuando algo te queda CHICO es mejor cambiarlo. Hay que quitarlo para poder seguir creciendo en libertad.   Ya sea en el amor, la amistad, familia o en lo laboral, siempre enfrentaremos situaciones en donde desprendernos de eso que se nos queda chico es necesario, aunque duela.

Por esto, cuando escucho “No es fácil perdonar”, entiendo que la satisfacción que le genera el dolor a esa persona le impide ver no sólo fuera de su caja mental, sino que también limita al corazón a no cambiar, crecer o mejorar.  No le permite volver a brillar y por eso vemos solamente máscaras de “belleza y felicidad” con interiores desgarrados, enfermos y tristes.

Es hora de PERDONAR.

En cada nuevo día volvemos a nacer, es tu decisión iniciarlo con una sonrisa o con ese dolor que no te deja vivir. Te contaré mi historia y sus consecuencias.

Un día desperté a eso de las 5:00 a.m. Las aves ya estaban cantando como siempre y en ese momento algo me dijo “Mantén tus ojos cerrados”.  Respiré profundo con mis manos en el pecho, volví a enfocarme en mí. Sentía que estaba arropado por sábanas blancas y percibí mi entorno completamente luminoso.  Empecé a meditar manteniendo clara mi mente, mis pensamientos.

Me dije a mí mismo: -hoy será un buen día-, y me dejé llevar en el tiempo, siendo cada vez más consciente de cada parte de mi cuerpo. Recordé algo que había escuchado sobre la sanación consciente. Empecé a comunicarme con mi intestino grueso, pude verle por dentro, sin ver nada extraño.  Le pedí perdón e hice las paces con él.

Así fui y vine entre la consciencia y la inconsciencia hasta que me levanté, tomé medio vaso de agua y me dirigí al baño. Como usualmente lo hago; empecé a orinar y sentí las ganas de sentarme, por lo que así fue.  No paso un minuto, cuando de mi empezó a salir líquido y en ese momento entendí que estaba empezando a sanar, agradecí y pedí perdón a mi cuerpo por todo aquello que le hizo daño. Fui honesto y sincero conmigo mismo, siempre con los ojos cerrados y con el cuerpo relajado.

Terminé y aún con los ojos cerrados entré a la ducha.   En todo proceso de sanación, hay que limpiar el alma con agua, dejando fluir todo aquello que mi alma quería que soltara, dejara libre o cerrara ciclos, en eso vino a mí la palabra perdón…   Desde mi madre, padre, hija, hermanos, parejas, maestros, amigos, jefes y compañeros de trabajo, a todos y por separado les pedí perdón… y perdoné.

En ese momento, justo antes de secarme vinieron a mí tres palabras: Perdona, limpia y sana.

Lo increíble de esto fue cuando al pasar la toalla por mis hombros, mi piel se empezó a soltar, una señal más de estar liberándome de lo viejo, de esa piel que se me quedó chica, ya que aun sigo creciendo.

Fluye como el agua.

Si tú tienes algo que sanar, también llegará tu momento, por eso estas aquí, ahora…   Puede que esta sea otra lectura más, pero si en algo te ayudó, si resonó en ti, aunque sea una fracción de lo que leíste, es que estas palabras son para ti.   No soy un gurú, tampoco un psicólogo o doctor en nada. Soy un ser que escribe lo que siente y lo que está viviendo en esta parte de la ruta de mi vida.  Estoy descubriendo y compartiendo aquello que me nace compartir.

Con esto cierro el ciclo del perdón y el corazón, ya es hora de salir del taller del SER y vivir la vida, con todo lo bueno que vendrá.

 

Abdiel Barranco C.

PD. En el camino iremos arreglando el exterior, nuestra carrocería.


No hay comentarios:

Publicar un comentario