Pilares de vida – III
En ocasiones me pregunto cómo los humanos
podemos llegar a ser tan complejos, difíciles de tratar y hasta desconectados
de las cosas más esenciales. Luego recuerdo que en la riqueza de nuestras
diferencias es donde radica la vida... y se me pasa. Por esto
un día se me ocurrió un dicho que en ocasiones repito “La vida es tan
sencilla, como cada uno se la quiera hacer”.
Esto, más que acarrearme problemas, me llevó a
tener que dar explicaciones, pero hoy entiendo que mi PAZ interior no se
negocia, por esto ya no es necesario tener que explicar lo que siento, pienso y
creo, siendo inmensamente feliz.
Un paso a la vez.
Desde siempre mis amistades o parejas me han
dicho que soy un tipo raro o un hombre diferente. Lo cierto es que lo raro
sería ser igual a los demás, por esto es que siempre he disfrutado de cada cosa
que hago, sin culpas o preocupaciones. Obvio, a los 17 años no
sentipensaba como pienso o actúo ahora a mis 46 primaveras, teniendo muy claro
lo que quiero, necesito o atraigo a mi vida.
Tuve la fortuna de ser criado en un hogar donde
aprendí a crear mis propias soluciones para entretenerme y divertirme, donde no
hubo carencias emocionales o afectivas, en el que me dejaron SER desde pequeño,
explorando, buscando respuestas, inventando cuanta vaina me venía a la cabeza,
lo cual me daba felicidad. También lecciones como aquella que me
dio mi madre un día que me dijo “Tú no terminas una cosa, cuando arrancas
con otra”.
Ese era yo, por lo que aprendí a enfocarme en
una sola cosa, esto en el mundo de los negocios no siempre es útil, pero así avancé
hasta cuando empecé a tener entradas económicas interesantes y conocí de lujos,
viajes y placeres, llegando a comprar el carro de mis sueños.
No es el vehículo, eres tú.
Buscaba en la sección de clasificados la
descripción de una Land Crusier, ese deseado carro de mi infancia y encontré
una Lexus LX 470 que estaba dentro del presupuesto que tenía, marqué el número
y por miedo cerré la llamada. En mis adentros sabía que ese era el carro
que quería y ¡ring! suena mi celular, contesto y era el dueño de ese hermoso
carro color champagne.
Ese mismo día en la tarde era dueño de esa nave
más lujosa que féretro de ricachón y dije, ahora sí soy feliz
papá… ¡¡¡Qué perdido estaba!!! Las semanas y
meses pasaron; el carro me llevaba y traía de la misma manera que cualquier
otro, pero con él aprendí que la gente te trata según como te vean, lo que me
pareció tonto, ya que yo no soy el carro, ni una marca y menos una imagen
prestada.
¿Qué es primero? ¿la felicidad o la paz
interior?
Esa experiencia me enfrentó a una realidad: no
puedes alcanzar la felicidad sin antes tener PAZ interior… Esta
contundente realidad me hizo caer en cuenta que la felicidad es inalcanzable o
hasta superflua sin antes tener el alma quieta y llena de ese gozo que no dan
las cosas materiales, sino las emociones verdaderas y el sentir del alma plena.
En un año vendí sin dolor o remordimiento
el Monstruo, como cariñosamente le apodé. Al principio,
extrañé sus asientos de cuero o el poder meterlo por cualquier terreno.
Luego compre un sedán y me sentí tranquilo, en paz, no porque consumiera
¼ del combustible que el monstruo tragaba, sino por la certeza de llegar a
cualquier lugar y que me trataran como una persona normal, siendo quien yo era,
no quien ellos creían que yo era.
Así me pasó con un reloj de lujo y unos zapatos
costosos. Nada de eso me llenaba. Entre en un proceso de desconexión de lo
material, abracé el minimalismo como forma de vida, descubriendo que entre
menos cosas tengo, más feliz soy y más paz me rodea y, ojo, no es que busque
ser monje tibetano o flote por las esquinas, es reconocer y dar valor a las
cosas que realmente quiero, es sentirme vivo con las cosas más sencillas de la
vida.
Así fue como descubrí la importancia que tienen
los abrazos para mí, el decir lo que siento, cuando y como lo siento, el gozo
de preparar y tomarme una taza de café, de ver un colibrí en mi balcón, de
disfrutar lo que no tengo, justo por no tenerlo, de tener mis sueños y
principios vivos, de acercarme a mis seres queridos con palabras, abrazos o
hasta una esporádica llamada para escucharlos y sentirlos.
No necesitas hacerlo complejo.
Sí, nos enseñaron a buscar la paz en Dios, luego
entendimos que el TENER es parte de la ecuación, para finalmente entender que
sin PAZ no hay Dios o cosas materiales que te guíen a la felicidad, por eso en
esta trilogía donde he expuesto mis pilares de vida, develando experiencias que
me han enseñado, espero haber dejado sembrada una semilla que quiero germine en
ti. Seguro estoy que no será una réplica genética, ya que todos
somos diferentes, pero en la certeza que descubrirás en tu camino eso que te
sostenga, te llene de ilusión y te haga mantener la paz sin importar lo que
pase en tu entorno, con eso yo seré feliz.
En mi sentir reflexivo, te doy las gracias por
estar ahí, por ser parte de esta historia, de esa música que la vida pone sólo
para las almas en paz que saben escuchar.
Abdiel Barranco C.
PD. Un abrazo de luz.

Me encanta. Paz interior.
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