lunes, 25 de mayo de 2020

La energía de la vida.


Crecer es un proceso que nos lleva paso a paso a entender muchas cosas de la vida, pero cuando elegimos romper nuestra caja mental y adentrarnos con valentía en nosotros mismos, caemos en cuenta de lo mucho que nos hace falta por entender, aprender y crecer, para que así la vida mágicamente comience a mejorar.   En este punto la pregunta que me surgió fue  ¿Cuánto o hasta dónde tengo que aprender para ser feliz?  Y te sorprenderá, pero la respuesta que vino a mí fue:  Sé feliz mientras aprendes en el camino. 

Por esto te invito a compartir esta parte del camino, el cual también puede ser el tuyo, con obvias diferencias de pensamientos, opiniones, profundidad de sentimientos y experiencias, justo lo que hace rico este proceso, donde debemos aceptar que es la fuerza universal la que nos une, siendo diferentes sólo en el CÓMO generamos nuestras propias acciones y experiencias.

 

TODOS SOMOS HUMANOS.

Somos al menos 8 mil millones de almas. Sí, es un número muy grande y cada uno de nosotros tiene su verdad, su pasado y su presente, por ende, imaginar que todos podamos dar la misma respuesta a una sola pregunta es por decir lo menos, IMPOSIBLE.  Pero adentrándome más en el SER y con la intención de yo mismo entender, empecé a filosofar creando la analogía del vehículo (el yo) y la autopista (la vida).

Elige ahora el modelo y tipo de vehículo que más te guste, ponle el color que prefieras, los acabados y decoraciones que te plazcan…   Muy bien.   Ahora viene lo bueno. TODOS, independientemente de esos detalles banales, tenemos dentro el mismo motor.   Sí, todos tenemos un corazón, cerebro, pulmones, etc. en esencia ante los ojos de Dios (cualquiera que sea el tuyo, inclusive si no lo tienes) somos iguales.

Acéptalo, si tú te cortas un dedo te saldrá sangre, la misma sangre que le saldrá a un hebreo, a un chino, a un aborigen australiano, a una persona de África o al sin casa que vemos en la calle.   Cuando logras entender esto, viene la aceptación y ahí empezarás a asomarte fuera de tu caja mental, para luego entender el proceso, mismo que tiene como escenario la autopista de la vida.

Arranquemos, tú en tu carro y yo en el mío.

La vida no tiene límites de velocidad. En el proceso debes aprender a gestionar la velocidad / intensidad con la que vives, esta es una responsabilidad individual, no la de tus padres, hijos, pareja o amistades. Culpar a cualquiera de ellos de tus desventuras, es mantenerte en una posición infantil y de víctima.   Es que mi pareja me engañó, es que mi padre me pegaba, es que mi hija no me llama, es que, es que, es que…  ¿DEJA DE QUEJARTE TE DICE ALGO?

Cada acción que nosotros generamos es como un watt de energía (por ponerle una medida conocida para todos). Cada acción positiva aumenta tu energía, mientras que las negativas te restan energía.  Decir buenos días, dar aquella sonrisa de apoyo o una colaboración no solicitada dada desde el corazón, se convierten en muchos watts de energía, permitiendo que tu motor vibre en POSITIVO.

Como te darás cuenta, el motor que mueve tu carro es eléctrico, ya que somos ENERGÍA pura y renovable, la cual emana de los impulsos eléctricos que salen del corazón.   Ahora, para que puedas avanzar de manera constante en la vida (con todo lo que esto implica) ¿Qué tipo de energía necesitas?  

Bingo, ya estas entendiendo la esencia de este artículo.

 

¿Cómo alimento mi energía positiva? 

Antes de entrar en el cómo, primero debes reconocer los puntos de fuga por donde la energía positiva escapa.  De nada servirá que sepas como elevar tu energía, si NO eliminas las fugas.  Por esto, volvamos a la ruta.  En esta empezarás a ver vallas, letreros, personas, noticias, acontecimientos que buscarán, por todas las maneras, sacarte del camino para literalmente chuparte la energía.  Estos llamados vampiros energéticos son las malas noticias, las fake news, la crónica roja o amarilla, el bochinche de la vecina o las amistades, inclusive mansillarte con ese pasado que no cambiará.

Si decides seguir prestando atención a todo aquello, tu carro empezará a reducir su velocidad y seguirás siendo víctima del estrés, el dolor de cabeza o espalda, la gastritis o cada cosa que sufras, siendo imposible sanarla, ya que te niegas a ser valiente y dejar atrás a los vampiros, fantasmas y dolores del pasado = carga innecesaria en el maletero de tu carro.

Ahora bien, empieza a contar la cantidad de maletas llenas de piedras que están en tu carro. Esas maletas las subiste tú, nadie las cargo hasta ahí y lo peor. Te aferras a ellas para encontrar las respuestas que no llegarán.    ¿Por qué, por qué, por qué…?    Ahora pregúntate.  ¿PARA QUÉ LAS SIGO CARGANDO?

No ahondaremos más en esto, por lo que te digo:   Para que puedas mantener el ritmo en este viaje suelta y confía, SUELTA Y CONFÍA.

 

Ahora inhala aire y suéltalo, vuelve a inhalar y suéltalo…

La vida tiene muchas explicaciones, pero a nivel energético cada SER es una batería que tiene su polaridad negativa y positiva.   Nos conectamos a la tierra por los pies y al universo por la cabeza, y en medio está el corazón.   

Volvamos al carro, tu carro.  Ahora estás a la orilla del camino y es bueno detenerse cuando pasamos un camino tortuoso, difícil, con muchos baches para ver si todo está bien; las rupturas, cambios bruscos o inesperados son el mejor momento para llevar el carro al taller.

Sal del auto y observa con detenimiento cada raya o golpe. Tal vez hay una lámpara rota, un vidrio rajado. Esas son las huellas de lo que has vivido. ¿Te duele verte así?  Ahora levanta la tapa del motor.  ¿Cómo lo ves?   ¿Hay mangueras sueltas por ahí, cables pelados, polvo y manchas de grasa?  Ese es tu pasado, no tu hoy.

 ¿Crees que mereces andar con un vehículo así? 

Antes de volver a la autopista de la vida, donde TODOS seguimos nuestro propio camino (proceso) debes soltar todo ese lastre.  Ojo, acá las palabras: difícil, imposible, no puedo.   Esas palabras las pones tú; deja esa mierda atrás y ponte el traje de mecánico y desde el AMOR PROPIO, empieza a reparar una parte a la vez.  Empecemos por:

EL PERDÓN: Cada vez que perdonas las heridas del pasado, sacas una gran maleta del maletero (Es que él/ella me fue infiel). créeme, nadie te fue infiel, una relación es de dos, ambos son responsables, ya que nos apegamos a que “antes no eras así” por lo que tienes dos opciones, seguir con carga en el maletero y la ventana rota o perdonarte para seguir avanzando.

EL MIEDO: No quiero quedarme solo/sola…   Adivina, así llegamos a este mundo, somos seres únicos y tenemos la capacidad de vivir sin depender.   Si tu carro se recarga con la energía de otro, es que tu abandonaste tu carro = Te abandonaste a ti.

LA CULPA:  Joder, esta sí que es una maleta pesada…   “Es que yo pude haber o decir...” nuevamente viviendo en el pasado, acéptalo, lo que pasó no lo puedes cambiar.  Lo que no hiciste fue porque no era el momento, no tenías las agallas o le diste largas por miedo a tomar la decisión.

Sí, probablemente te sientas como una mierda, pero sabes que no hay brillo sin oscuridad, no hay amor sin dolor, no hay crecimiento sin desapego.  AGRADECE el tener este tiempo para ti, para detenerte y ver desde fuera el daño que te has hecho…   Perdónate.

GRACIAS.

Estás empezando a ser valiente, ya estás viendo el borde de la caja, por lo que no te pierdas el próximo artículo, para que me acompañes en este camino de la vida.

 

Abdiel Barranco C.

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