La vida nos hace atravesar por experiencias para que aprendamos la lección, nos veamos en ese espejo o hagamos un alto importante en el camino y que así cambiemos el rumbo o volvamos a tropezar con la misma piedra, hasta que superemos el examen. Afortunadamente hay esperanza, aunque en ocasiones es tarde.
Era un día normal, cada cual en sus deberes y a lo lejos
escuchaba una conversación entre una madre y su hija ya adulta, quien le fue a
visitar… Entre reclamos de la hija y el
silencio de ella, no había mucho que interpretar, mas que la molestia de una
mujer mayor que sola en su mundo, vive en paz y la incomprensión de una hija
que cree que su madre DEBE tener una vida mas “activa” ya que “Solo te la pasas viendo la televisión y rezando, has algo
útil con tu vida”.
No era mi madre y la verdad, sentí tanta frustración al
escuchar el trato tan frio y de poco tacto entre esa mujer adulta y su madre.
REGRESEMOS EN EL TIEMPO
Eran inicios de los años 70´s, fui el último de cuatro
hermanos (2 mujeres y 2 varones) en casa mi padre y mi madre trabajaban y teníamos
una vida normal, en aquellas alejadas barriadas en donde los vecinos eran
hermanos, tíos o familia por elección, donde si un juguete se quedaba tirado en
la calle, al día siguiente amanecía ahí, donde todos compartíamos un mismo
refresco, etc.
Criados bajo el manto impuesto de la creencia en Dios, en
donde el respeto al padre y la madre estaba por encima de muchas cosas, ya que,
con la mirada fulminante, uno sabia que tenía que hacer “O sea, irse derechito para el cuarto y salir cuando las gallinas
orinaran” en fin, había respeto y un estilo muy peculiar de amor
hacia los hijos, heredado de generación en generación.
Seguro en la mayoría de las casas, la dinámica familiar era
así y mas si los abuelos llegaban de visita o íbamos nosotros a visitarles.
Yo fui un niño de psicólogos, creo que el único entre mis
hermanos que los necesito. Sí, venía con
el chip jodido, pero con todo y eso, tuve una infancia feliz, una juventud
entre Metallica, Celia Cruz y Richard Clayderman, así como con pinceles,
herramientas y un parche de la Cruz Roja, el cual fue mi pasaporte a mi primera
libertad, ya que me había ganado la confianza de mis padres, para participar en
operativos de rescate, manejar una ambulancia o hacer guardia en el cuarto de
urgencias del Hospital Dr. Rafael Hernández.
Los años pasaron y me case sin hacer mayores aspavientos; compre
junto a la madre de mi hija una casa sin consultarle a nadie, nació la primera
nieta de mis padres y por esas cosas de la vida me divorcie, no sin antes hacer
terapia de pareja, hablar con el sacerdote y visitar a otra psicóloga, aun así,
nada funciono, pero siempre hubo respeto.
LA CONEXIÓN
Fui criado por una mujer, tengo dos hermanas y una hija, por
lo que mi balance emocional no me permitiría faltarle el respeto a una mujer,
obvio ese soy yo, pero cuando como hijos, cruzamos el umbral del respeto, hay que recordar que ese SER fue parte de nuestra llegada a este planeta (Madre y Padre) es y será
nuestra conexión con lo que somos.
Ellos y sus decisiones no impidieron que nosotros les eligiéramos como padres,
por lo que, en el fondo cada uno hizo con nosotros, lo mejor que pudo, con los
muchos o pocos conocimientos, recursos, experiencias o habilidades, por lo que mínimo
merecen Aceptación, Respeto y Admiración.
No creo que exista padre o madre que se despierte todos los
días pensando “Como le arruino la vida a mi hijo”,
ya que, hasta en el miedo y la ignorancia de un abusador, maltratador o
desconectado padre, en esencia no existe la maldad, sino el eco de lo que en su
infancia vivió y que por desconocimiento no fue sanado, motivo por el cual esas
penas se siguen arrastrando de generación en generación.
Es aquí en donde como padres o madres, debemos hacer un ALTO
para romper el silencio, el miedo y la ignorancia que significa el maltrato, ya
sea físico o psicológico con niños o adultos mayores, ya que unos en su
inocencia no son culpables de nuestros traumas y los adultos mayores, son la muestra
viviente que nosotros somos parte de la solución y no del problema de la
violencia intrafamiliar.
Y si, cada familia es un mundo y no soy quien para juzgar o
culpar a nadie, pero esto es mas real de lo que parece, mientras que la hipocresía
social y hasta religiosa, es lo que nos hace mirar para un lado, sin darnos
cuenta de que somos parte del problema o cómplices de este al obviar esta
realidad, así como lo hacemos con la educación sexual, el suicidio, el
homosexualismo y muchos otros temas que preferimos ocultar, en vez de conversar
para ACEPTAR y CRECER.
LOS CIMIENTOS QUE CONSTRUYES
Ayer éramos niños, hoy somos adultos y mañana seremos ancianos;
en mi caso no pretendo joderle la vida a nadie y menos a mi hija, ya que ella
sabe que yo soy feliz con nada y VIVO con todo mi corazón, aquellas
experiencias que la vida sigue poniendo en mi camino, ya sea solo en la montaña,
paseando en moto o escribiendo lo que siento; por eso VIVO sin miedo a la vida,
ya que cuando el patrón me mande a buscar, le diré “No
tengo nada pendiente” y feliz trascenderé al próximo puerto donde me
toque vivir.
Por esto, construyo con AMOR gratos momentos con mi hija,
disfruto hasta del silencio al estar con mi madre, mi padre, hermanos, primos o
amistades, ayudo en lo que puedo, transmito mis conocimientos, escucho y
aconsejo a quien quiera oír lo que siento y no lo que quieren escuchar, pero jamás,
por mucho que incomode un niño o un adulto mayor, sería capas de gritarle o
hacerle pasar un mal rato, ya que de seguro yo también pasare por ese mismo camino.
Ama a tus hijos y a tus padres, ya que cuando trasciendan,
no podrás pedir perdón.
Con amor.
Abdiel Barranco C.
La Aventura de VIVIR.

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